Se conoce mucho a una persona cuando ésta habla con un desconocido y le cuenta su historia. Al ser desconocido, da igual lo que piense de ti, da igual porque probablemente no lo vuelvas a ver. Y yo me pregunto: por qué a veces nos abrimos mas con desconocidos que con nuestros amigos? No es acaso mas lógico lo segundo? 

Cuatro gatos dando saltos bailando en el salón de una casa que no es de ninguno de los cuatro, a oscuras, no nos preocupa nada. 

Sudamos y sudamos pero no queremos parar, no nos importa. 

Fuera está todo el mundo, o estaba, porque es tan tarde que la gente se ha recogido. Lo tarde que es, otra cosa que nos da igual. 

No paramos de reír, y no nos reímos de nada en particular, será que seremos felices aunque sea sólo en ese instante. 

Y es la clase de momentos que esos cuatro gatos tienen que recordar, porque son los momentos raros con gente cualquiera los verdaderamente únicos. 

Nunca me han regalado flores. 

Aunque acabe con el corazón a muletas, pero no quiero permitirme el lujo de no sentir. 

Aunque nos dé miedo, aunque vayamos a sufrir, aunque sepamos que hay un alto porcentaje de fallo, hay que arriesgar. 

Me da igual que sea una hora o un día, un año o un mes, pero si hay un solo momento en el que no pueda contener una sonrisa, habrá merecido totalmente la pena. 

Imaginalo.

Planéalo. 

VÍVELO.

Recuérdalo. 

Y cuéntalo.