domingo

Ayer pasó algo fantástico.

Estabamos haciendo la cena y yo había puesto una lista de reproducción cutre que había hecho la tarde anterior para no morir de aburrimiento mientras estudiaba. No soy ninguna experta en crear ambientes, ni listas de reproducción buenas, pero esta vez sirvió.

De repente empezó a cantar John Mayer y nosotros con él. Es tanta la complicidad que tenemos que sabemos qué va a hacer el otro o qué necesita, entonces la escena fue como de película, fue como si hubiese estado ensayado, sin estarlo.

Sin dejar de cantar, sin decir nada, terminamos de preparar la cena, y mientras nos la comíamos, John Mayer dejó paso a Andres Suarez, y allí estábamos los dos, uno frente al otro, cenando tarareando entre bocados, sintiendo la música cada uno a  su manera, siguiendo el ritmo con el tenedor.

No cruzamos ni una palabra, o quizás si, quizás nos dijimos todo lo que querían decir aquellas canciones. Nos levantamos y limpiamos todo de la misma manera que lo habíamos preparado, sin hablar, medio cantando y medio bailando, y sin molestarnos (cosa difícil en una cocina tan pequeña).

Y lo que quiero decir con todo esto, es que a veces vamos buscando momentos perfectos en sitios perfectos, y muchas veces ocurren solos, en situaciones más que cotidianas, en nuestra propia casa y tenemos que encontrarlos, y por qué no, contarlos, escribirlos para algún día leerlos y recordarlos.